Thursday December 22 2016
Alejandra Mazo | |

Es nuestro momento de cierre de año, de cierre de un ciclo. Muchas veces nos hemos preguntado, tal vez sin obtener respuestas claras, ¿de dónde nacieron todas esas tradiciones que conforman lo que conocemos como Navidad? Pero primero vamos a hacer un breve recorrido por los aspectos más importantes de la Navidad como la conocemos ahora.

Los orígenes de esta festividad se remontan, en las antiguas culturas europeas, a miles de años. Los romanos celebraban entre el 17 y el 23 de diciembre las fiestas Saturnales, en honor a Saturno, dios de la agricultura, como agradecimiento por las cosechas abundantes durante el año. Durante las Saturnales, había banquetes, intercambio de regalos, y los niños tenían su propia festividad dentro de las celebraciones. Al terminarse el día del solsticio de invierno, el más corto y oscuro del año (entre el 22 y el 25 de diciembre en el hemisferio norte), los romanos consideraban que el dios del Sol nacía de nuevo tras el periodo de frío y oscuridad. Este dios-sol, que tuvo varios nombres (Heliogábalo, Mitras o Helios), renacía cada año como un niño sagrado.

Los antiguos nórdicos también celebraban las cosechas abundantes con grandes festividades para alejar la tristeza y la oscuridad del solsticio en sus tierras de inviernos inclementes. Los pueblos del norte de Europa tenían gran respeto y devoción por los árboles y sobre todo por las especies vegetales que no mueren en invierno, como los pinos y los abetos. Cortaban uno de estos árboles, lo ponían dentro de sus hogares y lo decoraban, representando dentro de su mitología al Yggdrasil, un inmenso árbol que sostiene en sus ramas, tronco y raíces al universo entero. También creían que su dios principal, Odín, se paseaba por la Tierra, atravesando las nubes sobre Sleipnir, su caballo de ocho patas, otorgando dones a quienes fueran dignos y castigando a los indignos.

En el mundo católico, la festividad navideña comenzó con fuerza después del siglo IV D.C, en que se eligió al 25 de diciembre como la fecha probable del nacimiento de Cristo. Se decidió realizarla en este día para ayudar a que esas antiguas tradiciones paganas se fundieran con la nueva religión, el catolicismo. El niño-dios Jesús nacería como el Sol después de la oscuridad y frío del solsticio, y se le honraría con celebraciones y banquetes. El árbol de navidad y Odín sobre Sleipnir (cuya identidad se mezcló con la de San Nicolás, santo de la Iglesia católica que gustaba de dar regalos) son algunas de las tradiciones que permanecen de los pueblos nórdicos.  

La Navidad como la conocemos en Latinoamérica, es más parecida a su origen romano, debido a que quienes la trajeron a este continente fueron los españoles.

Inicia con el Día de Las Velitas, que se celebra en honor a la Inmaculada Concepción de la virgen María. Antes de 1854, los católicos celebraban esta creencia no oficial  vistiéndose de azul, color que para los creyentes de esta religión representa a la virgen María. El 8 de diciembre el año 1854, el papa Pio IX declara que la concepción de la virgen María fue pura, inmaculada: al saberse esta noticia, se encendieron luces en las calles de muchas ciudades, celebrando que la inmaculada concepción de María se hiciese parte de los dogmas oficiales de la Iglesia Católica.

Posteriormente, las Novenas, que inician el 16 de diciembre, nos permiten reunirnos con nuestros familiares y amigos en celebración religiosa, representando los días de camino que tomó a María y a José llegar a Belén. Otras versiones aseguran que son una representación de los 9 meses del embarazo de María.

El 24 de diciembre celebramos en su esencia una festividad para agradecer en compañía de nuestros familiares y amigos los frutos de la labor de todo el año, recibiendo con alegría la llegada del Niño Dios, quien trae regalos a los más celebrados de la ocasión: los niños. En Europa el trigo y el cerdo eran los protagonistas de la comida ofrecida en Navidad. En nuestro continente, el maíz es la base de una gran parte de los dulces que disfrutamos durante las festividades navideñas, uno de los aportes que nuestras culturas indígenas y sus saberes culinarios nos han legado.

El 28 de diciembre celebramos el día de los Santos Inocentes, haciendo bromas a nuestros familiares y amigos, en conmemoración de los niños que el rey Herodes mandó a asesinar cuando se enteró de que el heredero del rey David iba a nacer, o había nacido ya, en Belén, y que ocasionó que los Reyes Magos buscaran por su cuenta a dicho niño, encontrándolo el 6 de Enero.

El 31 de diciembre tenemos un sinfín de preparaciones rituales para iniciar un nuevo año, a estos pequeños ritos les llamamos “agüeros”. Entre ellos, dar la vuelta a la manzana (conjunto de calles que rodean la casa donde se vive) con una maleta, tener dinero o lentejas en los bolsillos, comer doce uvas, tener ropa interior de color amarillo quemar los muñecos de “año viejo”, prender sahumerios, entre otros, que son simplemente acciones de “magia simpática” (lo semejante atrae a lo semejante), para atraer a nuestra vida la riqueza y las oportunidades, y quemar de nuestra vida las cargas emocionales y espirituales del año que termina.  

Es importante saber que las tradiciones que llevamos a cabo tienen un origen múltiple, que son una construcción a lo largo del tiempo que carga en ella los legados de una gran cantidad de culturas, de personas y religiones distintas y que descubrir estos orígenes distintos no desvirtúa en nada lo que ya conocemos: lo enriquece. Nos hace saber que en la diferencia y en la aceptación de quienes nos rodean hay un inmenso valor, en la comunidad y el amor al prójimo como un regalo que la vida nos ha hecho, está la esencia de celebrar la vida al terminar cada año.   Por ello, queremos compartir con ustedes y celebrar un año más de labores que han entregado abundantes frutos, desearles unas felices fiestas e invitarlos a que caminen con nosotros, sembrando y cosechando hasta la próxima Navidad.


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